La sororidad, entendida como la alianza, hermandad y solidaridad entre mujeres, emerge como un mecanismo fundamental de fortaleza colectiva en la lucha persistente contra las violencias de género.

Esta práctica va más allá de la mera empatía; constituye un pacto ético y político entre mujeres que se reconocen como iguales y deciden trabajar juntas para crear espacios seguros, ofrecer apoyo mutuo y combatir las estructuras patriarcales. Al establecer redes de confianza y apoyo, la sororidad permite a las mujeres romper el aislamiento que la violencia a menudo impone, amplificar sus voces y construir una resistencia compartida que es esencial para exigir justicia y transformar la sociedad.

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