¿Sabías que más de la mitad de los jóvenes ha visto pornografía por primera vez entre los 6 y 12 años? No es algo aislado. Internet y los celulares han hecho que el acceso a este tipo de contenido esté a solo un clic, muchas veces sin que nadie lo explique o lo ponga en contexto.

Lo preocupante no es solo la edad, sino qué tipo de contenido se está viendo: escenas con violencia, machismo, presión, falta de consentimiento y estereotipos falsos sobre el sexo, el cuerpo y las relaciones. ¿El resultado? Una generación que muchas veces está aprendiendo sobre sexualidad desde la confusión y el silencio.

Ver porno no educa. No habla de respeto, de placer mutuo, de afecto ni de cuidado. Y si esa es la primera “fuente” de información, entonces es urgente abrir conversaciones reales, con información segura, con adultos que sepan guiar y sin juicios.

¿Qué necesitamos hacer?

Educar desde edades tempranas, con materiales adecuados a la edad.
Hablar sobre consentimiento, emociones, límites, placer, autocuidado y diversidad.
Dejar de tratar el porno como un “tema tabú” y enseñar a distinguir ficción de realidad.
Crear espacios donde las y los jóvenes puedan preguntar sin miedo.

No es un tema menor

La educación sexual no es solo prevención: es también autoestima, dignidad, protección, placer y bienestar. La información clara es una herramienta de poder para que puedas decidir, cuidar y disfrutar de tu cuerpo sin presiones ni riesgos.