La educación sexual no tiene edad. Aunque muchas veces se cree que la sexualidad es algo exclusivo de los jóvenes, la realidad es que los adultos mayores también tienen necesidades afectivas, sexuales y emocionales que merecen ser reconocidas, respetadas y atendidas. Hablar de sexualidad en la vejez no solo rompe mitos, sino que también mejora la salud, el bienestar y la calidad de vida.
Envejecer no significa dejar de sentir deseo, placer o afecto. Lo que sí cambia son algunos aspectos del cuerpo, la energía y la forma de vivir la intimidad, pero eso no anula el derecho al erotismo, a las caricias, a la compañía y al amor. La educación sexual en esta etapa de la vida permite a las personas mayores seguir disfrutando de su cuerpo y sus vínculos con libertad, dignidad y seguridad.
Uno de los primeros pasos es desmitificar la sexualidad en la vejez. Muchos adultos mayores han crecido con creencias que reprimían el deseo sexual o lo ligaban exclusivamente a la reproducción. Sin embargo, la sexualidad es mucho más que eso: también incluye el afecto, el vínculo emocional, la autoestima, el cuidado del cuerpo y la capacidad de sentir placer.
Es importante hablar de temas como:
- Cambios fisiológicos en la respuesta sexual debido a la edad o a enfermedades crónicas.
- Uso adecuado de medicamentos que pueden afectar o mejorar la vida sexual.
- Prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS), ya que muchas personas mayores vuelven a tener relaciones con nuevas parejas y no siempre usan protección.
- Nuevas formas de intimidad y placer que se adaptan a las capacidades del cuerpo en esta etapa.
- Aceptación del propio cuerpo envejecido sin vergüenza ni juicios.
- Respeto a la diversidad sexual (personas LGBT+ mayores también merecen espacios seguros y libres de discriminación).
Además, la educación sexual debe abordar la autonomía y consentimiento. Las personas mayores tienen derecho a decidir con quién quieren tener relaciones, cómo, cuándo y de qué manera. También es fundamental prevenir el abuso sexual y emocional, especialmente en entornos de cuidado o residencias, donde pueden ser más vulnerables.
Promover espacios donde los adultos mayores puedan hablar libremente de su sexualidad, hacer preguntas y compartir experiencias es un acto de justicia y salud pública. La educación sexual en esta etapa también tiene efectos positivos en la salud mental: mejora la autoestima, reduce la depresión, fomenta la conexión emocional y el bienestar general.
Finalmente, debemos recordar que la sexualidad es parte de la identidad humana durante toda la vida. No desaparece con los años, solo se transforma. Brindar educación sexual a los adultos mayores es reconocer su derecho a vivir con plenitud, placer y amor, en todas las etapas de su existencia.